¿Alguna vez ha sentido ese nudo en la garganta por entrar en pánico, o por estar en una situación desagradable o incómoda? Yo si.
El jueves ocho de febrero mi tarea fue tomar unas fotografías para un concurso y por lo tanto mi mamá me llevó a distintos lugares.
Primero fuimos a tres hoteles para tomar fotos en los lobbies. El siguiente lugar me trajo una experiencia que no voy a olvidar y que me hizo ponerme a pensar, fuimos a la Plazuela España, lugar que se encuentra céntrico sin embargo carece de seguridad.
Mi mamá me dijo que me bajara y que ella iba a dar la vuelta a la rotonda para recogerme en el mismo lugar. Yo no estaba muy convencida porque a mí me aterra cruzar la calle, pero al final me bajé en el semáforo, sólo con la cámara ya que luego me di cuenta de que había dejado mi celular en el carro.
En ese momento me encontraba en la esquina esperando a que los carros pararan para cruzarme, habrá sido un minuto máximo, pero yo lo sentí eterno porque pasaban carros y motoristas muy cerca de mí y se me quedaban viendo.
En ese momento yo entré en pánico. Al final se puso en rojo y crucé la calle lo más rápido que pude. Pero, volteo a ver a mi derecha y se encontraban tres hombres en los juegos de niños, el detalle es que no llevaban a ningún niño.
Me entristece mucho tener que poner etiquetas a la gente, pero al ver a los tres hombres muchas ideas pasaron por mi cabeza: me van a secuestrar, me van a robar mi cámara, me van a extorsionar… en fin, ideas que sólo pueden surgir por escuchar experiencias de otras personas que se han encontrado con gente que sí a tenido malas intenciones.
 Para mi suerte, al querer evitar irme cerca de ellos volteo a ver a la izquierda y hay otros dos hombres sentados en una banca, me sucede lo mismo, pienso en lo peor.
Al encontrarme “sin salida” decidí caminar directamente a la fuente ya que había una señora con su hija y eso me dio un poco de “tranquilidad”. También decidí tomar las fotos porque de algo tenía que servir haberme bajado en ese lugar.
Cuando pasaron unos minutos decidí ver por dónde iba mi mamá, pero vaya sorpresa, nuestro plan no había salido como esperábamos porque esa rotonda no daba la vuelta completa, al contrario, llegaba a la mitad y se dirigía a otra calle para regresar al mismo semáforo donde yo me había bajado.
Por lo tanto, no tuve otra opción que esperar en la fuente hasta ver el carro de mi mamá.
Fueron los minutos más frustrantes que he vivido, nunca había sentido tanto miedo. Ahora que me pongo a imaginar ese momento de nuevo me visualizo parada en la fuente sin soltar mi cámara, controlando que los hombres no se movieran de donde estaban.
Cuando vi el carro de mi mamá sentí un gran alivió y empecé a correr para alcanzarla.
Cuando me subí al carro lo primero que le dije fue: que triste es tener miedo y suponer lo peor de una persona.
Luego de esta experiencia no podía dejar de pensar en el miedo que sentí al estar parada sola en una calle que no era segura y que me encontraba en compañía de otras personas desconocidas.
Que triste es tener que suponer que si ves a varios hombres juntos en la calle significa que te van a robar.
Y que triste es tenerle pánico a quedarse parada en una esquina porque crees que en cualquier momento pasa un carro y te secuestra.
Y que triste es tenerle miedo a todos los hombres que pasan cerca por miedo a que te acosen o que te digan algo hiriente.
Todos estos miedos que tengo surgen de escuchar noticias a diario de la violencia/inseguridad que existe en este país. No pasa un día en el que no haya un asalto, un asesinato, un secuestro, una violación, entre otras situaciones.
A mí lo que me queda hacer al respecto es cambiar mi pensamiento.
No todos son malos en esta vida, no todos los motoristas que pasan cerca de nuestra ventana tienen malas intenciones, al contrario, todavía existe gente honrada que solo busca ganarse la vida.
Sin embargo, siempre hay que tener precaución, está bien desconfiar de un desconocido, pero no hay que “suponer” de la gente porque nunca se sabe quién es y qué busca en esta vida.
Back to Top